“La búsqueda de una unidad del conocimiento puede ser al principio vista como una prisión para la creatividad. La verdad, sin embargo, es lo opuesto.
Un sistema unitario del conocimiento es el medio más seguro de identificar los dominios de la realidad todavía no explorados” (Edgar O. Wilson).
“Uno de los mayores problemas para la sociedad en general es la síntesis del conocimiento” (J. Doyne Farmer)
La Inducción
El concepto de inducción
La fuente inicial del estudio de la inducción procede de Aristóteles: “la inducción es un tránsito de las cosas individuales a los conceptos universales”. Esta definición es válida hoy día, aunque se suele ampliar para que contemple también el paso de lo general a algo de tipo aún más general. De todas maneras, la definición original puede valer si consideramos que las cosas individuales (los hechos) pueden ser también de tipo general.
La inducción es el proceso inverso de la deducción, y es diferente de la abucción.
La deducción es un proceso lógico descendente, desde las premisas a la conclusión. La conclusión siempre es verdadera si las premisas son verdaderas, pues la conclusión se encuentra totalmente contenida en las premisas. La deducción es un proceso seguro, cerrado, donde no hay alternativas. Por ejemplo, “Todos los hombres son mortales. Pedro es hombre. Luego Pedro es mortal”.
La inducción es un proceso lógico ascendente que nos permite ir (“transitar”) desde lo conocido (los hechos) a lo desconocido (la inferencia) , hacer predicciones, plantear teorías cuyo conocimiento sea superior a los conocimientos originales (los hechos). Pero no existe la seguridad que se da en la deducción, pues puede ocurrir que la inferencia sea falsa. Como podrían plantearse varias hipótesis que expliquen los hechos, la inducción es un proceso inseguro, abierto, donde hay siempre varias alternativas posibles. Por ejemplo, “Pedro (que es hombre) es mortal, Pablo (que es hombre) es mortal, etc. Luego todos los hombres son mortales”.
La abducción es un proceso lógico que no conduce de forma segura a la verdad, pero su utilidad reside en que permite formular hipótesis que pueden ser ciertas. Por ejemplo, “Todos los hombres son mortales. Pedro es mortal. Luego Pedro es un hombre”.
En el medievo, la escolástica, la corriente teológico-filosófica que reavivó la filosofía greco-latina, llevó a los límites más extremos el respeto por la lógica deductiva, limitándose a cultivar la teoría del silogismo aristotélico, ignorando la argumentación inductiva. Entonces apareció Bacon.
El método experimental inductivo de Bacon
La Ilustración fue el origen de la moderna tradición intelectual de Occidente. Desmitificó el mundo y se abrió a la ciencia para intentar que el universo fuera comprensible. Creía en la unidad de todo el conocimiento, en la ley natural y en el poder de la ciencia y la razón como motor del progreso humano.
La ciencia fue el motor de la Ilustración y su gran arquitecto fue Francis Bacon. Filósofo, político, abogado y escritor, se considera el fundador de la filosofía de la ciencia y el “padre” del empirismo. Tuvo una gran influencia en el desarrollo del método científico, en especial el método experimental inductivo.
Bacon denunció el abuso del silogismo aristotélico por la escolástica (que desdeñaba la experiencia sensible) como la principal causa del estancamiento de la ciencia, pues era incapaz de servir como método de descubrimiento. El progreso de la ciencia se debería basar en la inducción, en la obtención de conclusiones y leyes generales mediante la observación y la experimentación.
Su filosofía en este sentido era la siguiente:
El conocimiento es fruto de la experiencia, no de la autoridad. El conocimiento es poder.
Hay que “interpretar la Naturaleza”. La razón es “la llave de la interpretación” de las observaciones. Hay que armonizar observación y razón, empirismo y racionalismo.
La verdad no se puede fundamentar en el razonamiento silogístico, pues es un sistema cerrado, condenado a dar vueltas en torno a los mismos conocimientos. La verdad debe basarse en la experiencia, y no en especulaciones metafísicas, en cosas invisibles.
El mejor método de investigación científica es la inducción, la detección de patrones generales. Es el método para descubrir las “formas”, las esencias invariables y ocultas de los fenómenos. Estas esencias no son de orden metafísico, sino de tipo físico, observables. Hay formas de primera clase o naturalezas simples (como color, tamaño, etc.), que constituyen las cualidades (o características) de algo, y las formas específicas o naturalezas compuestas (como león, roble, etc.).
Para obtener la máxima objetividad en la investigación científica, hay que eliminar los dogmas, los prejuicios, las ideas preconcebidas (“los ídolos de la mente”), y mediante observaciones detalladas y controladas, realizar generalizaciones.
El proceso de razonamiento inductivo debe ser progresivo, de ascenso continuo, desde los hechos particulares a los axiomas menores, de ellos a los axiomas medianos, y finalmente a los axiomas o principios más generales. Hay que inferir conclusiones del mayor nivel posible y por analogía.
Respecto al método de inducción en sí, Bacon mejoró el método tradicional, que estaba basado simplemente en obtener conclusiones a partir de hechos particulares, sin considerar ningún tipo de estructura al conjunto de hechos. La mejora consistió en:
Considerar las variables o circunstancias que pueden tener o no influencia en el fenómeno, eliminando las variables que no tienen influencia, es decir, cuando el fenómeno permanece invariable. Son las denominadas tablas de presencia (de variables positivas) y de ausencia (de variables negativas).
Considerar, no solo la presencia de las variables, sino su grado, para crear la tabla de grados.
Clasificar los hechos. Distingue entre hechos privilegiados, limítrofes y causales.
Bacon ha quedado como el gran impulsor del método experimental inductivo y de lo que se llamó la “filosofía experimental”, una de las bases del pensamiento moderno. Su método se expone en detalle en su obra “Novum Organum” (1620), denominada así porque pretendía sustituir al viejo Organum aristotélico. El empirismo de Bacon fue continuado por John Locke y George Berkeley, hasta su culminación con David Hume.
La inducción de William Whewell
William Whewell –filósofo, historiador de la ciencia, especialista en nomenclatura científica, escritor prolífico y polifacético– tuvo una gran influencia en su tiempo. Hoy Whewell es más conocido por sus obras sobre filosofía e historia de la ciencia. Como curiosidad, acuñó los términos “ánodo”, “cátodo” e “ión” para Faraday, e inventó el término “científico” (antes se hablaba de “filósofo natural” y “hombre de ciencia”).
Whewell también acuñó el término “consilencia” (consilience) en 1840 en su “Historia de las Ciencias Inductivas” [1967]. Literalmente significa “saltar juntos”, y Whewell lo utilizó, no como término aislado, sino formando parte de la frase “la consiliencia de inducciones”. De acuerdo con Whewell, la consiliencia de inducciones tiene lugar cuando una inducción obtenida de una clase de hechos coincide con una inducción obtenida de otra clase diferente. El término “consilencia” se podría traducir de forma aproximada como “confluencia o concurrencia coherente o coincidente”.
Un ejemplo ilustrativo de “consiliencia de inducciones” fueron las leyes de Kepler y la ley de la gravitación universal de Newton. Kepler estableció sus famosas 3 leyes sobre las órbitas planetarias basándose en datos experimentales. Newton se inspiró en las leyes de Kepler, en la caída de los cuerpos y el movimiento de las mareas, para establecer su ley de la gravitación universal: dos cuerpos se atraen por una fuerza que es inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que les separa. En realidad, Newton realizó una inducción de orden superior, pues generalizó una generalización (las leyes de Kepler), aunque también se puede considerar que Newton utilizó las leyes de Kepler como “hechos”.
Whewell se consideraba seguidor de Bacon, pero afirmó haber renovado su método inductivo. La filosofía de Whewell es la siguiente:
La ciencia es primariamente una construcción humana realizada a nivel histórico de forma progresiva, en la que la inducción juega un papel fundamental. La ciencia debe proceder por pasos sucesivos de generalización.
La inducción es “un acto formativo ejercido por el entendimiento”, un proceso creativo de la mente, la creación de un nuevo concepto, de una nueva visión. Por lo tanto, para Whewell, la inducción no es una descripción pasiva de lo que ocurre, sino que es un proceso activo. Las inducciones no son encontradas, sino forjadas.
El acto del pensamiento inductivo lo denominó “colligation” (coligación, unión o enlace), la operación mental de asociar hechos empíricos con un concepto. Por ejemplo, los puntos conocidos de la órbita marciana fueron coligados por Kepler mediante el concepto de “curva elíptica”. Hay un elemento crucial en la inducción: el papel de la mente humana. Es necesario unir hecho y concepto, cosa y pensamiento, naturaleza y mente. “Los hechos implican pensamientos, pues conocemos los hechos solo pensando sobre ellos”.
Para Whewell, los hechos conocidos están desconectados (como perlas sueltas) y es la mente la que suministra el cordel que los conecta. Esta es la genuina inducción. El cordel es la nueva concepción que conecta y unifica los hechos. Gracias a esta nueva concepción, los hechos quedan “coligados”. La “coligación” es el proceso mental de asociar hechos particulares a una nueva concepción, la conceptualización de los hechos. La inducción es la coligación de hechos.
En el caso de la órbita marciana, la metáfora de las perlas y el cordel se aprecia con más claridad: las perlas son los puntos (posiciones de Marte relativas al Sol), y el cordel es la curva elíptica que conecta los puntos.
Todo tiene una dimensión objetiva y una dimensión subjetiva. Lo denominó la “antítesis fundamental del conocimiento”. Critica a Kant (por enfocarse solo en lo subjetivo) y a Locke (por enfocarse solo en lo objetivo). Whewell buscó el “camino medio”entre racionalismo y empirismo.
En todo acto de conocimiento hay dos elementos opuestos: Ideas Fundamentales y Percepciones. Las Ideas Fundamentales las suministra la propia mente, forman parte de la estructura y funcionalidad de la mente, y son independientes de toda experiencia. La mente es un elemento activo y no un receptor pasivo de las observaciones. Toda observación implica “inferencia inconsciente” a través de las Ideas Fundamentales.
Todas las ciencias poseen sus particulares Ideas Fundamentales. Por ejemplo, el espacio (en geometría), la sustancia (en química), la causa (en mecánica), etc. Las Ideas Fundamentales tiene ciertas similaridades con las categorías kantianas. Para Kant, solo tenemos conocimiento de nuestra experiencia categorizada. En cambio, para Whewell, las Ideas Fundamentales representan características objetivas del mundo exterior e interior; unen mente y naturaleza.
Cada Idea Fundamental contiene ciertas concepciones, que son “modificaciones especiales” de la Idea Fundamental al aplicarse a tipos particulares de circunstancias. Por ejemplo, la concepción de fuerza es una modificación de de la Idea Fundamental de causa aplicada al caso particular de movimiento.
Tenemos conocimiento del mundo porque las Ideas Fundamentales que usamos son semejantes a las ideas de Dios cuando creó el mundo físico. Nuestras ideas son “sombras” o reflejos de las Ideas Divinas.
Las verdades necesarias son verdades que pueden ser conocidas a priori. No hay distinción entre las verdades que pueden ser idealizadas y las que no. Whewell unió así las leyes de la naturaleza y las ideas abstractas.
La consiliencia de Edward Wilson
“Consilencia” es el término –tomado de Whewell– utilizado por Edward O. Wilson [1999] –biólogo darwinista, entomólogo, “padre” de la biodiversidad y de la sociobilogía– para referirse a la unidad o unificación de las distintas ramas del conocimiento. El significado dado por Wilson al término “consiliencia” como “unidad del conocimiento” no es exactamente el mismo que el original de Whewell; se trataría de una confluencia coherente universal de todos los conocimientos, una gran teoría unificada, una especie de “teoría de todo”.
La filosofía general de Wilson es la siguiente:
El objetivo fundamental de la ciencia debe ser la consiliencia, la búsqueda de la unificación del conocimiento para superar la división entre ciencias naturales, humanas y sociales. Esta unificación es difícil, pero posible, necesaria e inevitable. Es el camino que debe seguir la ciencia.
La búsqueda de la consiliencia es el mayor de los retos intelectuales. Si se logra, nos permitirá comprender la complejidad a partir de la esencia oculta tras todos los fenómenos.
La imagen mítica del laberinto simboliza el mundo real, complejo, confuso, enredado, imposible de conocer a fondo y de manera completa, con posibilidades casi infinitas. La consiliencia es el “hilo de Ariadna” que nos permite atraversarlo.
Llama “hechizo jónico” (Ionian enchantment) −expresión prestada de Gerald Holton, físico e historiador de la ciencia− a la creencia en la unidad de la ciencia, en el saber unificado, a la convicción profunda de que el mundo puede ser explicado por un pequeño número de leyes básicas.
El calificativo “jónico” es por Tales de Mileto (siglo VI a.C.), de Jonia, el pionero de esta filosofía unificadora [ver Adenda]. Einstein era “jónico hasta la médula”, pues siempre trató de unificar conceptos en física (espacio-tiempo, materia-energía, gravedad-aceleración), aunque no logró el santo grial de la gran unificación, aunque lo intentó hasta el final de su vida.
La actual fragmentación del conocimiento, y el desorden resultante, no es reflejo del mundo real, sino de nuestra mente, que no ha sabido descubrir las raíces profundas ocultas tras todos los fenómenos.
Todo tiene una existencia objetiva que el hombre puede conocer, y no solo lo exterior, sino también lo interior (la mente, los pensamientos, el psiquismo).
Ciencias y humanidades se necesitan mutuamente. La ciencia necesita de la intuición y del pensamiento metafórico, y las humanidades necesitan del poder racional.
Las ciencias y las humanidades tienen un objetivo común: proporcionar un sentido, una comprensión global del orden del mundo. Esto solo se puede lograr si se fundamentan en los mismos principios básicos. Incluso la terminología debe ser idéntica.
Las humanidades se aproximan cada vez más a las ciencias y deberán al final fusionarse a ellas. Hay que convertir en ciencia tanta filosofía como sea posible. La filosofía debe desempeñar un papel vital en la deseada unificación.
De lo inferior surge lo superior: de la física surgen los genes, de los genes surge el cerebro, del cerebro surge la mente, de la mente surge la cultura. Por lo tanto, todo el conocimiento se puede reducir a unas pocas leyes de la física.
La última y única base de la realidad es la matriz material. Todos los fenómenos, desde el nacimiento de las estrellas a los acontecimientos sociales se basan en procesos materiales reducibles, en último término, a leyes físicas. Un organismo es una máquina. Todo, desde la partícula más pequeña hasta el sistema más complejo, funciona como una máquina, por lo que conociendo sus mecanismos podemos explicar absolutamente todo, incluyendo los pensamientos, las emociones, la creatividad, la ética y la espiritualidad.
Todos los aspectos y actividades de los seres vivientes están regidas por la información contenida en los genes. Los genes determinan todos los procesos orgánicos, incluso nuestros pensamientos. Todas las formas de conocimiento, incluyendo las ciencias sociales y las humanidades deben ser objeto de la ciencia natural y se pueden reducir a las verdades profundas del juego genético. Y los genes se fundamentan en lo físico.
La mente es un mero subproducto del cerebro; es el cerebro en funcionamiento. La psicología se reduce a neurología. La mente es “neurociencia cognitiva”. Los conceptos son enlaces de redes neuronales. Las emociones son meras manifestaciones de la actividad neuronal.
El fracaso de los programas de la unidad de la ciencia (como el positivismo lógico) se debe a la ignorancia sobre cómo funciona el cerebro.
La consiliencia no es una ciencia sino “una visión metafísica del mundo”, cuyo mayor atractivo reside en la “aventura intelectual” que ofrece. La consiliencia no se puede demostrar mediante la lógica basada en unos primeros principios o mediante un conjunto definitivo de tests empíricos.
Para lograr esta deseada visión unificadora del mundo:
La complejidad hay que abordarla mediante el método del reduccionismo científico. La ciencia es la herramienta intelectual más efectiva que conocemos. El método científico, que tan bien ha funcionado en las ciencias naturales, es la vía para lograr la unidad del conocimiento de todo, incluyendo las cuestiones metafísicas. Todos los caminos a la verdad deben ser científicos. La ciencia construye siempre los conocimientos particulares de abajo-arriba, de una manera ordenada y sistemática y los condensa en leyes y principios generales verificables.
Es necesario intentar clarificar “las operaciones que componen la mente”, hoy escasamente comprendidas. Comprender la mente es comprender sus funciones. Hay que buscar los “conceptos fundacionales universales” para lograr la conciencia unificadora. La ciencia no es una filosofía ni un sistema de creencias, sino un método, “una combinación de operaciones mentales”.
La consiliencia de Stephen Jay Gould
La obra póstuma del biólogo Stephen Jay Gould (fallecido en 2002) “Érase una vez el zorro y el erizo” [2004], es una reflexión sobre el tradicional enfrentamiento entre las ciencias y las humanidades. Para Gould, el zorro simboliza a las ciencias, y el erizo simboliza a las humanidades.
Gold considera correcta la consilencia de Whewell: el paso inductivo que se realiza desde observaciones dispersas hacia una explicación común, un “saltar juntos”, una estrategia de convergencia desde distintos ángulos hacia la objetividad, y que señala la ruta a seguir para la integración de diferentes dominios bajo un esquema explicativo unificado. Pero rebate a Wilson duramente sobre el método para lograr la unidad del conocimiento:
Está de acuerdo con la afirmación de Wilson sobre la importancia de unir ciencias y humanidades, pero considera que éste desvirtúa el significado original de Whewell al afirmar que la unidad del conocimiento se puede lograr por vía reduccionista: que todo (incluyendo la mente, la ética y la religión) se reduce en último término a procesos físicos; que ciencias y humanidades comparten los mismos principios, y que la diferencia entre ambos es solo de magnitud.
El reduccionismo de Wilson no puede explicar dos cosas:
Los fenómenos emergentes que aparecen en los sistemas complejos, que no pueden explicarse a partir de las propiedades de las partes. El todo es mayor que la suma de sus partes.
La contingencia de importantes “accidentes” históricos que, en principio, no pueden predecirse.
Las humanidades son las propiedades emergentes más gloriosas del cerebro humano. No se pueden reducir a ningún tipo de lógica. Son esencialmente diferentes a las ciencias y no se pueden abordar o formalizar mediante los métodos reduccionistas de la ciencia.
La biología es mucho más compleja que la física y química, y las humanidades son más complejas que la biología.
Los organismos deben comprenderse en su propio nivel, como un producto de interacciones no lineales masivas entre sus genes y sus entornos.
Lo factual no implica ni la ética ni la estética. Ética y estética no tienen un fundamento ni genético ni físico. Por ejemplo, las cualidades y el impacto de la música no se explican por el análisis de las notas.
Por consiguiente, ciencias y humanidades no pueden alcanzar el tipo de consiliencia que propone Wilson. Wilson hace “conflation”(que, en esencia, significa “confusión”), es decir, la confluencia inapropiada de conceptos.
Frente a la concepción de Wilson, Gould propone una consiliencia que reconcilie efectivamente ciencias y humanidades:
Que tenga en cuenta las diferencias intrínsecas entre ambos campos, diferencias que no están enfrentadas, sino que se complementan mutuamente. Ciencias e humanidades son dos formas diferentes de interpretar el mundo que nos rodea.
Que sirva para trazar teorías generales de tipo intuitivo, y no de tipo deductivo. Estas teorías servirían para cubrir las carencias que tienen las ciencias en este sentido.
Que permita efectivamente “saltar juntos” a las ciencias y a las humanidades en mutua colaboración para lograr una mayor coherencia en el conocimiento.
Que permita superar las dicotomías excluyentes y, en especial, el tópico histórico de las dos culturas. Hoy día no está justificada la oposición entre ciencias y humanidades.
Gould identifica la consiliencia de Whewell con la que él mismo practica en la exposición de sus descubrimientos. Los conceptos científicos más complejos se pueden explicar en un lenguaje sencillo, sin trivializarlos y sin desvirtuar su sentido original. Precisamente, parte de la tradición humanista es la divulgación científica.
Gould propone una integración entre ciencia y humanismo que responda al lema nacional de EE.UU. “E pluribus unum” (uno compuesto de muchos) para integrar el conocimiento de lo plural bajo una perspectiva unificadora.
Gould no ve tampoco conflicto entre ciencia y religión. Propone un concepto básico denominado “Non-Overlapping Magisteria” (NOMA), magisterios que no se superponen, que no interfieren entre sí.
Crítica y Comentarios
La concepción de Whewell
Whewell nunca habló de la posibilidad de la unificación del conocimiento, que seria la inducción suprema, la inducción llevada al extremo, lo que conduciría al terreno filosófico, a las categorías universales de las cosas. Si embargo, Whewell intuyó la existencia de unas Ideas Fundamentales, que conducirían a la unificación del conocimiento, aunque no llegó a confeccionar una lista completa y formal de esas ideas y cómo se combinarían.
Whewell también intuyó que las Ideas Fundamentales representan características objetivas del mundo interior y exterior. Ambos mundos, efectivamente, coinciden. Ontología y epistemología, a nivel fundamental, son la misma cosa: los arquetipos primarios.
La concepción de Wilson
La concepción universalista de la consiliencia de Wilson y la búsqueda de los principios del conocimiento es de gran valor y completamente necesaria, dada la actual fragmentación del conocimiento. Es cierto que la consiliencia es el reto intelectual más importante que tenemos. Sin embargo, su concepción adolece de graves defectos:
La consilencia de Wilson es una tesis epistemológica que sostiene que todo el conocimiento se deriva y reduce, en último término, a fenómenos físicos. Es un monismo materialista o fisicalista que pretende ser, a la vez, una visión metafísica del mundo, lo cual es una contradicción.
También afirma que todo se reduce a principios físicos, y a la vez propugna la búsqueda de las operaciones básicas de la mente. Otra contradicción, que a su vez contradice lo anterior.
También se contradice cuando afirma que hay que unir la intuición de las humanidades con la racionalidad de la ciencia, y luego pretende edificar todo (incluyendo las humanidades) sobre lo material.
Dice Wilson que la consiliencia no se puede demostrar mediante la lógica basada en unos primeros principios. Pero la consiliencia, de existir, debe consistir precisamente en unos primeros principios que fundamenten todo, incluyendo la lógica.
Dice Wilson que la conciliencia hay que conseguirla también por síntesis holística, que es lo opuesto a la reducción.
Para Wilson la mente es el cerebro en funcionamiento. Pero la mente es otro nivel de la realidad, superior al nivel físico. El cerebro es un instrumento de la mente. La mente no es un epifenómeno del cerebro. El mundo físico es una particularización del mundo mental, y no al revés. Lo físico es el último peldaño de la realidad. Paradójicamente, parece lo más “real”, pero no lo es. Lo real es lo que no vemos, lo que está en un nivel superior.
La consiliencia no es una ciencia. Es solo una filosofía inspiradora de la unificación del conocimiento, pero sin ninguna propuesta concreta de esas supuestas leyes o principios generales.
Cuando Wilson afirma que “todo funciona como una máquina” se está declarando reduccionista ortodoxo y retrocediendo a la época del determinismo newtoniano, ignorando los descubrimientos de la física moderna (por ejemplo, la influencia de la conciencia sobre las entidades subatómicas). También se declara objetivista y positivista experimental.
Como dice Stephen Jay Gould, la biología es mucho más compleja que la física y química, y las humanidades son más complejas que la biología. Reducir todo a la física implica, por ejemplo, que los conflictos sociales como las guerras se pueden explicar por la actividad de los átomos.
Wilson habla de un “vocabulario común” (lo que implicaría un lenguaje común) cuando se alcance esa deseada unidad del conocimiento. Pero ese vocabulario común debe corresponder a conceptos de máximo nivel de abstracción. A partir de ese punto, el vocabulario y los conceptos correspondientes deben derivarse de esos conceptos primeros.
La reducción a la física de todos los fenómenos implica mayor complejidad de las descripciones. Lo que necesitamos es un lenguaje universal, capaz de describir lo simple y lo complejo, lo inferior y lo superior, lo interno y lo externo, lo particular y lo general.
Wilson mezcla y no distingue entre las dos clases de consiliencia: la ontológica (los niveles superiores están “hechos” de los niveles inferiores) y la epistemológica (los niveles superiores se explican, los podemos conocer, por los niveles inferiores).
En definitiva, la propuesta de Wilson es ambiciosa, pero ingenua, simplista, superficial, difusa e incoherente.
La concepción de Gould
Gould afirma que no es posible aplicar métodos reduccionistas a las humanidades. Pero sí podemos afirmar que es posible llegar a establecer principios universales, que sean a la vez holísticos y reduccionistas, desde los cuales sea posible contemplar y analizar todo.
Gould se declara materialista, como Wilson, al afirmar que las capacidades del cerebro surgen de propiedades materiales de una neurología evolucionada, y no de un plano independiente de tipo superior. No considera el tema de la conciencia o la considera igual que la mente, cuando la conciencia está a un nivel superior a la mente (como facultad del alma).
MENTAL y la Unidad del Conocimiento
MENTAL, la inducción suprema
MENTAL se puede considerar el resultado de una inducción abstracta universal. En MENTAL hay consiliencia (confluencia coherente) universal de inducciones. Desde diferentes dominios (matemática, cibernética, inteligencia artificial, etc.) se infieren inductivamente los mismos principios generales, que estaban ocultos y que constituyen un lenguaje universal. Al salir a la luz estos principios (que son principios de la conciencia), todo se comprende mejor, se disuelven las fronteras y todo es más sencillo.
Si las ciencias formales como la matemática, informática, etc. son inducciones abstractas, MENTAL sería una inducción abstracta de orden superior, una generalización de la generalización.
MENTAL es una consiliencia de inducciones (según la concepción de Wheeler), pues las inducciones de los diferentes campos confluyen de manera coherente en unos conceptos universales.
Las primitivas semánticas universales de MENTAL se pueden considerar como elementos inductivos, inferencias o conclusiones generales obtenidas a posteriori, a partir de la experiencia de los diferentes dominios, aplicando el máximo nivel de abstracción posible. Las podemos calificar como inducciones supremas, que son el resultado de la intuición. También son axiomas establecidos a priori a partir de los cuales se puede construir la realidad, establecer leyes generales y realizar deducciones. Por lo tanto, hay unión de los dos movimientos de la conciencia: el ascendente (inducción) y descendente (deducción).
La búsqueda de los principios universales comunes a lo interior y lo exterior, a los que se refiere Wilson, ya aparecen en MENTAL, en el sentido de que los arquetipos abstractos son los mismos a nivel interno y a nivel externo, que ontología y epistemología coinciden a nivel profundo, que el lenguaje MENTAL los conecta y refleja.
MENTAL es el reflejo del espíritu jónico del que habla Wilson, de que efectivamente todo se puede explicar mediante un conjunto reducido de principios, conceptos o leyes básicas. Y no solo a nivel teórico sino también práctico. Descubrir lo sencillo es, paradójicamente, lo más complejo. Pero una vez logrado, todo se vuelve más sencillo, claro y comprensible.
MENTAL, modelo de estrategia para la unidad del conocimiento
La solución a la unidad del conocimiento tiene que venir de los arquetipos primarios, desde lo superior, desde lo abstracto y universal. Las causas y los principios proceden de lo superior. Lo inferior es solo una manifestación de lo superior. MENTAL ya ha trazado el camino en este sentido. Los arquetipos de MENTAL cubren ya aspectos filosóficos (las categorías filosóficas) y psicológicos (los arquetipos primarios). Es por eso que decimos que MENTAL es un lenguaje científico y humanista.
Los pasos siguientes serían:
A nivel inferior, describir las leyes de la física con MENTAL, para poner de manifiesto que el mundo mental es más amplio que el físico, que el mundo físico es una particularización del mundo mental. No se puede hablar de unificación entre el mundo físico y mental porque son dos niveles de realidad diferentes, aunque conectados a nivel profundo.
Tratar de encontrar y describir conceptos generales o principios que permiten comprender las humanidades.
Todos los conocimientos confluyen en algo que es la esencia común a todas las cosas. Esa esencia tiene que ser forzosamente algo arquetípico y abstracto porque la realidad, a nivel profundo, es arquetípica y abstracta.
Solo desde lo superior se puede lograr la unidad del conocimiento. MENTAL es la demostración de que puede lograrse.
La inducción es un movimiento ascendente de la conciencia. El problema es saber si existe un “tope” para este proceso vertical. Y la respuesta es que sí: son los arquetipos abstractos o categorías filosóficas comunes a mente y naturaleza. Los arquetipos son los centros de máxima conciencia, que unen los opuestos, lo interior y lo exterior, lo concreto y lo abstracto, la mente y la naturaleza.
En el caso de integración de las humanidades, los arquetipos deben tener un carácter profundo, mítico y simbólico, donde deben aparecer temas eternos como el eterno retorno, el viaje del héroe, el laberinto, etc.
Adenda
Tales de Mileto, el pionero
Tales de Mileto −filósofo, matemático y astrónomo griego− es considerado “padre” de la filosofía, el primer filósofo de la historia de la civilización occidental. Fue fundador de la escuela jónica de la filosofía y el primero y más famoso de los 7 sabios de Grecia. Se le atribuye la autoría de la leyenda que figuraba en el frontispicio del templo de Apolo, en Delfos: “Conócete a ti mismo”. Introdujo la geometría pura en Grecia y predijo un eclipse de Sol.
Tales fue el primer filósofo que intentó dar una explicación racional y física del universo, sin acudir a lo metafísico o sobrenatural, y elaborando la primera teoría unificada: el agua es la sustancia primaria y universal de toda materia, la fuente de todo cuanto existe; todas las sustancias materiales son manifestaciones o aspectos del agua; la Tierra es un disco circular que flotaba sobre el agua.
Tales tiene el mérito de haber intuido la unidad esencial de la naturaleza. Aristóteles consideraba a Tales el fundador de las ciencias físicas.
Tales fue el iniciador de una “fiebre intelectual” que se extendió por toda Grecia: el pensamiento racional. El término “fiebre jónica” fue utilizado por Arthur Koestler en su obra “The Sleepwalkers” (Los Sonámbulos).
El debate entre Whewell y Mill
El filósofo, lógico y político John Stuart Mill, autor de “System of Logic” (Sistema de Lógica), tras leer “Historia de las Ciencias Inductivas” de Whewell, decidió ampliar su propio tratado de lógica deductiva con un nuevo libro dedicado a la lógica inductiva. El resultado fue el Libro III de su Sistema de Lógica, que contenía conceptos diferentes a los de Whewell. Esto dio origen a un interesante debate sobre la naturaleza del proceso inductivo entre ambos autores. La respuesta de Whewell a Mill apareció en su obra “Mr. Mill´s Logic” (1849).
Para Mill, la inducción es un proceso en ciencia que conduce desde los hechos particulares a propiedades generales, o de observaciones a teorías. Para Mill, para que haya verdadera inducción, la conclusión tiene que ser más amplia que los hechos (premisas). Whewell estaba de acuerdo con esta definición.
La forma típica “Pedro (que es hombre) es mortal, Pablo (que es hombre) es mortal, etc. Luego todos los hombres son mortales” es una inducción para Mill porque se infiere una propiedad general a partir de los hechos particulares.
Pero para Whewell, sorprendentemente, esta no es una verdadera inducción, sino una mera yuxtaposición de hechos particulares. Para que haya verdadera inducción, tiene que haber una nueva concepción añadida por la mente, no por los hechos.
Whewell y Mill discuten sobre el descubrimiento de Kepler de la órbita elíptica de Marte a partir de unas observaciones (posiciones) particulares. Para Whewell, la conceptualización ocurre durante el proceso de inducción. En los puntos-dato no hay ninguna referencia a la elipse. La elipse es una creación mental, se pone el concepto en los datos. Esta es la genuina inducción: la coligación entre los hechos y el concepto. Por lo tanto,hay que distinguir entre las ideas que se utilizan para expresar los hechos y las concepciones utilizadas para coligar los hechos.
Para Mill, la conceptualización ocurre antes de la inducción. La propiedad de los puntos-dato de yacer sobre una elipse está determinada por los propios puntos. El concepto está ya en los datos, y en la inducción se ve el concepto en los datos. La introducción de una nueva concepción forma parte de todo proceso de descubrimiento o invención. Según Mill, Whewell confunde invención y demostración.
Para Whewell, toda teoría es cuestionable, incluso si predice nuevas instancias del mismo tipo (por ejemplo, nuevos puntos sobre la órbita marciana). La validez de una teoría pasa por la consiliencia de inducciones. La consiliencia de inducciones es la justificación de toda teoría científica. La coligación es la característica esencial de toda inducción, pero no es una justificación. En este sentido, Whewell es más estricto que Mill en la justificación de toda teoría, pues siempre exige consiliencia de inducciones.
Whewell y Mill también difieren respecto al tema del lenguaje de la ciencia. Para Mill, el lenguaje de la ciencia es una cuestión que es independiente de los procesos inductivos. Para Whewell, la ciencia está continuamente reescribiendo su lenguaje introduciendo las nuevas concepciones o ampliando las existentes.
Bibliografía
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